18/7/11

UN ANGEL Y MUCHOS CHICOS.


Un sábado otoñal, con una resolana leve que se asoma y como siempre Paco en la puerta, junto a una cumpa y a dos niños que ya esperaban, porque sabían que había Pocho y además era un día especial. Esta vez iban a charlar con Celeste, la hermana de ese hombre que le regalo el nombre a una tertulia que acostumbran a hacer los chicos de Tabalada en la biblio. Nos habíamos quedado sin gas pero el mate no podía faltar, por eso una vez más recurrimos a solucionar las cosas de manera grupal, porque siempre es más placentero. Los chicos buscan termos con agua en sus casas y la seño trajo masitas y pionono, ya está, ya podemos empezar. Simón, que criatura tan divina y a la vez tan terrible, corriendo a Paco y esparciendo toda su dulzura por el salón.

Con un lenguaje relajado y sencillo Celeste comienza a hablar de la biblioteca y de quien era el Pocho, mientras uno de sus hijos grita y corretea alegremente, el otro pasa de brazo en brazo de los compañeros y su pareja la acompaña en todo. Qué familia tan hermosa. Hablando de familia, nos centramos en conocer cómo eran las raíces de Claudio Lepratti, ese ángel que atrae a tantos niños y tantos adultos queriendo aprender de él. Sólo tenía 20 años cuando decidió venir de Entre ríos y comenzar a caminar por las sendas de la búsqueda de un mundo donde quepan todos los mundos. Un espacio con inclusión, con más educación, mayor valorización de los derechos humanos y de la transformación social. Inconscientemente quizás. ¿Habrá sabido Pocho lo que le deparaba la vida? Lo que si sabía era lo que quería, de lo contrario nunca hubiera logrado nada.

Don Bosco fue uno de sus referentes, nada más y nada menos que un “padre, maestro y amigo de los jóvenes”, un innovador dentro del catolicismo, un visionario, un ser especial que alguna vez dijo: “No basta con saber las cosas, hace falta practicarlas” y eso fue lo que hizo Pocho. Lamentablemente la iglesia como institución tiene muchas falencias y no sabe distinguir cuales son las almas que valen la pena. Pocho se retira de la orden selesiana por negarse a tomar los votos de obediencia. Qué bien que hizo. En ese momento comienza a encontrar su verdadero lugar, con los niños, con el pueblo, con el accionar para lograr justicia social. Mientras su familia seguía lejos, sólo en una ciudad tan grande como Rosario se anima a dar los primeros pasos en su lucha. Seguramente recordaba las dificultades que sufrió para poder estudiar, tanto el cómo sus hermanos, lo complicada que era la vida de una familia trabajadora en el campo y a su vez todo lo que había aprendido con tan corta edad.

Ese hombre humilde de pocas palabras encontró la manera de contarle a su familia lo que vivía y lo que hacía, según describe su hermana, la fotografía, también escribía muchas cartas. Que importante es registrar cada paso que uno da, me resuenan las palabras de Carlos, amigo de Pocho y amigo de cada uno de nosotros en la biblio. Todos escuchamos muy atentos los que nos cuente Cele, pero me distraigo un minuto y vuelo. Miro el suelo, está pintado con tempera y hay un peluche, sueño por unos minutos. La ternura y la dulzura de Pocho al igual que la de un niño, me lo imagino abrazando a un chico con su mochila en la espalda y la bici al lado, con una sonrisa enorme y dándole a ese gurrumin todo su amor tan solo con su cuerpo y alma, me despierto y lo veo a Simón pero en sus ojos también lo veo a Pocho. Lo veo, porque estaba ahí, en el corazón de cada niño y de cada uno de los que laburamos a diario para seguir luchando y teniéndolo como referente. Yo se que estaba ahí, lo sentí y seguro lo sintió más de uno. Cuando retomo la atención en la charla, Gustavo, pareja de Celeste, nos comienza a contar su experiencia en la cocina centralizada donde le tocó conocer a Claudio y tener la suerte de laburar con él. Cuando termina de decir que Pocho llevaba a los jóvenes de Ludueña a ver como trabajaban, Celeste propone que le hagamos preguntas. De una manera instantánea uno de los chicos pregunta ¿Por qué lo mataron a Pocho? Pregunta complicada responde Celeste, no hay un porqué. ¿Existe alguna razón para matar a un ser humano? ¿Hacer el bien y brindar amor es una razón para ser asesinado?

Rápidamente Gustavo se da cuenta de que la mejor manera para que ese niño, que recién asoma sus ojos a la vida entienda lo que paso, es simplemente contar lo que paso en ese trágico Diciembre de 2001. Silencio, pensamientos, miradas y un mate girando. La vagancia, los terribles, los perros duros, los gatos, los leones, los peloduros fueron algunos de los nombres que tenían los grupos que acompañaba Claudio. Carlos y Celeste los recuerdan, se ríen, nos contagian su risa y una vez más sentí que Pocho me miraba. Ese trabajador, revolucionario, luchador incansable que siempre llevaba arroz, cebolla, latas y parches para la bici en su mochila. Ese ángel que le inculcaba a todo joven con el cual se cruzaba la cultura del trabajo y la necesidad de estudiar. Que tan solo tenía 35 años cuando un hijo de puta apretó el gatillo y le disparó en la garganta, justo cuando decía que ahí había chicos comiendo. Pero queda claro que no lo mataron, solo lo multiplicaron.

Los chicos esperaban ansiosos la peli, así que para que dejar pasar más tiempo, vamos a ver el documental POCHOHORMIGA. Comienza el video y aparece la madre de Pocho, Simón grita abuelaaa!!, al rato Pochooo!! Y unos minutos después Varónnn!!! Identificaba a cada una de las personas que iban apareciendo, todos lo mirábamos cuando pegaba esos gritos, es ahí cuando noto que estaba pasando el tiempo. Estaba grandeee, hace poco era un bebé. En voz baja se escucha una chiquilla que pregunta ¿esa es ella? Y la señala a Celeste. Al rato otro pregunta ¿ese es pocho? Muchos interrogantes, como nos surgen a nosotros, en otras dimensiones pero interrogantes al fin. En un momento aparece en el documental el querido Rubén Naranjo, Ale dice eso es acá y los chicos comienzan a buscar en que parte de la biblio era. Luego viene la reconstrucción del hecho, entonces la seño Lisa explica un poco lo que estaban viendo. Todos muy atentos. Y cuando me concentro en las imágenes proyectadas en el televisor justo escucho: “Era como Cristo, como el Che” era el hombre nuevo y del pueblo.

Terminó el documental, todos charlan sobre lo que vieron y los chicos siguen preguntando. Suena la canción de León Gieco de fondo y preguntamos si la conocen, entonces todos responden a coro que sí y uno de ellos aclara, dice: “Bajen las armas”, ¿No será la hora de bajarlas? Es ahí cuando Alejandra pide las remeras para estamparlas. “Vamos a hacer serigrafía ¿saben lo que es?” mientras muestra una estampa, Celeste dice una huella, rápidamente explica de manera simple como funciona una de esos oficios que muchos no conocen y que realizamos desde la biblio. Todos hacen una ronda para poder ver de cerca lo que íbamos a hacer y están muy ansiosos por tener su remera estampada. Hay gente que lleva una estampa puesta a diario sin saber muy bien que es o sin hacer honor a que la llevan puesta, estos gurices no, la van a llevar puesta mejor que cualquiera, porque en cada uno de ellos esta Pocho y está la biblio. Nos vamos con una sensación de paz, con abrazos y besos, con ganas de volvernos a encontrar, con ganas de quedarnos, porque Pocho siempre está ahí.