18/9/11

El peronismo hecho bar


El bar temático El Justicialista, situado en Pellegrini y España, abrió sus puertas el viernes por la noche. Más de 500 personas se hicieron presentes para conocer la novedad de la que se viene hablando hace alrededor de un mes. Es el primer bar peronista de la ciudad y fue fundado por un militante del Partido Justicialista, Federico González. Entre sus platos ofrecen un postre de panqueque llamado “el voto no positivo” y una tabla que lleva de nombre “Juan Domingo”. Las figuras que iban a participar del evento fueron un misterio hasta ese mismo día. Muchos nombres daban vueltas en la prensa de Rosario, pero no estuvieron presentes, sólo el diputado nacional, Gustavo Marconato, y el integrante de la CGT, Juan Carlos Schmid, estuvieron en la inauguración.

Alrededor de las 18.30 se veía llegar algunos grupos de personas y el escenario armado frente a la puerta del bar ya estaba casi listo. De repente, un par de muchachos cruzaron dos autos sobre la avenida para cortar el tránsito. ¡Estaba por empezar! A la media hora llegó un camión con banderas y bombos, eran los integrantes del sindicato de camioneros y detrás de ellos llegaron militantes de la Confederación General de Trabajadores. Pocos minutos después, la cuadra estaba llena y el micrófono comenzó a hacerse sentir. Una banda de músicos jóvenes dieron pie al inicio de la inauguración.
En ese momento había muchas cosas que pasaban por la cabeza de más de uno de los presentes. En la semana, los medios de comunicación habían anunciado que se esperaban alrededor de tres mil personas y que las posibles figuras podían ser Amado Boudou, Hugo Moyano y otros más. La realidad en ese instante era que en el lugar se concentraban menos de un cuarto de la cantidad de personas previstas y que los políticos referentes del peronismo no habían llegado. De todos modos, en un ambiente de alegría y euforia, todos cantaban la marcha peronista y festejaban la apertura del bar. Entre estruendos y bocinazos por el tránsito colapsado, que se escuchaban en un radio de dos cuadras a la redonda, subió al escenario el dueño del local junto a su familia, quien dio un discurso muy emotivo contando cómo surgió la idea de crear el bar.
“Más que un bar esto es un lugar de militancia, el punto de unión de todo lo que está disperso en el justicialismo santafesino”, afirmó Federico González. “Es la mística peronista la que se hace presente hoy”, agregó luego. Después de terminar de agradecer a todos los que se acercaron y expresar su enorme felicidad por haber podido concretar su proyecto, invitó al escenario a Gustavo Marconato y Juan Carlos Schmid. Allí fue cuando la multitud se alzó en gritos y cánticos para seguir celebrando. El cielo casi no se veía, estaba cubierto de pancartas y banderines. El asfalto tampoco, solo se distinguían un montón de pies y bombos apoyados. En ese marco, Federico Gonzalez tomó la palabra nuevamente y los invitó a ingresar al bar. Rápidamente, todos se agolparon frente a la puerta controlada por diez hombres con aspecto de patovicas que llevaban chaquetas naranjas conla inscripción del sindicato de camioneros. “Córranse, van a pasar todos, hagan una fila y primero entran los que tienen invitación”, gritaron, mientras formaban una muralla en la entrada. Por un instante, respetaron el orden y se organizaron dos filas. Mientras, algunos seguían en el medio de la calle haciendo sonar sus instrumentos de percusión. Una hora y media más tarde, las colas seguían interminables, por lo que algunos decidieron irse. En la desesperación por el ingreso, a lo lejos se escuchó: “No vamos a entrar, seguro ahora hacen entrar a los conocidos y los otros 'bien, gracias'”.
Cerca de las 21, los organizadores comenzaron a desarmar el escenario pero la gente seguía allí, con esperanzas de poder ingresar y conocer el tan anunciado bar peronista. Desde la ventana se veía el lugar repleto de gente trajeada y con grandes copas en sus manos. Afuera, una multitud de militantes seguían esperando. Dos chicas, cansadas de continuar paradas, se acercaron a quienes cuidaban la puerta y reclamaron: “Nosotras militamos todos los días, no sólo hoy como muchos que están adentro, qué garrón que no valoren eso”. Sin darle lugar a una respuesta, se retiraron empujando y con una desilusión enorme que lo demostraban en sus rostros. Media hora después, cuando habían salido los conocidos, dejaron entrar a todos los que tuvieron la paciencia de esperar. En el interior del bar no cabía ni un alfiler. Las mozas daban vueltas por el local repartiendo un lunch, mientras todos sonreían y charlaban. Muchos se reencontraban con un estrecho abrazo al grito de “¡compañero, tanto tiempo!”. La infraestructura del lugar estaba perfectamente ambientada. Bustos de Perón y Evita, banners gigantes de Cristina Kirchner y su ex marido, Néstor, cuadros con imágenes de periódicos de la época y una foto enorme del símbolo justicialista. En el fondo una barra con columnas doradas donde servían la bebida y al costado una sala VIP, con luces de colores y sillones muy modernos. Fue en ese rincón donde, luego de una larga noche, proyectaron el documental “Perón, sinfonía de un sentimiento”, de Leonardo Favio.
En silencio, los presentes disfrutaron de la cena acompañados por una buena copa de vino, mientras las imágenes se proyectaban en la pantalla gigante. Un abuelo acompañado de su nieto se encontraba en el fondo de la sala observando el video. El niño, que no tenía más de diez años, se mostraba muy ansioso preguntando: “¿Vos viviste todo eso abuelo?”. Ante el “sí” del señor, repreguntó: “¿Y qué hiciste?”. A lo que contestó: “En casa te cuento”. Al rato, no conforme con las respuestas que le brindaba ese adulto que lo había llevado a un mundo desconocido para él, volvió a formular un interrogante. “¿Perón ahí no estaba de novio con Evita? ¿Por qué no van juntos?”. El chico se refirió a un encuentro de Juan Domingo Perón con los representantes de las Unión Soviética un 11 de Mayo en 1946.
Al finalizar el documental, el público se empezó a esparcir cuando una pata de ternera giró de una punta a la otra del bar robándose las miradas de todos los presentes. En la barra se formó una fila que llegaba hasta la puerta porque todos querían comer un pedazo. Se estaba concretando el sueño que tenía de hace muchísimos años Federico Gonzáles, según contó a la revista de TEA. “La idea era hacerlo en Rosario para demostrar que sigue siendo la capital del peronismo y la cuna de la resistencia”, expresó. Luego admitió que la infraestructura tiene una influencia de los bares ya existentes en Buenos Aires pero es diferente y abierto a todos. “Queremos generar la obra de Néstor Kirchner que nos dejó en nuestras manos para seguir trabajando”, explicó. Carlos Rojas, jefe de prensa del bar también brindó algunas palabras explicando porqué eligieron ese punto para la formación del proyecto. “Acá están los cuatro boulevares donde podemos decir que se encuentra la expresión 'cool' de Rosario, y el peronismo también merece un lugar desde este sector de la sociedad, no sólo periférico y marginal”, sintetizó Rojas, y agregó que es una forma de que el peronismo muestre su cultura. Explicó que El Justicialista se diferencia del bar “Perón, Perón” de Buenos Aires por lo que muestra, ya que según él, aquel bar es como “si los socialistas crearan un bar bolchevique con banderas rojas de Lenin y Trotsky”.
El bar ya comenzó a funcionar, la inauguración fue una muestra de lo que se espera de ese lugar situado en el corazón del centro comercial gastronómico de Rosario. “Un lugar de reunión política con bar”, lo definió su propio creador. Ya se están organizando próximas actividades para los meses siguientes. Se espera la presencia del fundador de barra de hierro, el conocido Gallego Álvarez, cuadro político destacado de la década de los 70, para debatir e invitar a los jóvenes. Luego, prometen la visita especial de Amado Boudou y el 30 de Septiembre ya está confirmada la concurrencia de Hugo Moyano.

7/9/11

Una mirada desde la ventana indiscreta

Rosario, cuna de la bandera y en la zona céntrica de la ciudad la noche está estrellada. Muchas luces, ruidos de motores y lo más cercano es el cemento. Detrás hay grandes árboles que se pierden entre algunos galpones y en el fondo un fuerte reflejo blanco de la luna sobre el río que se ve negro. Un barco de carga se asoma en dirección al puerto, pero está vacío, como el río, como el parque y el monumento. Los únicos que se encuentran llenos son los autos andando sobre el asfalto iluminado. En forma espejada la misma imagen se repite del otro lado del río porque a lo lejos se distingue el puente Rosario – Victoria. Cientos de lucesitas amarillas en movimiento delante y detrás del río. La imagen de las grandes ciudades.

El río y el barco están vacíos, en silencio con la misma tranquilidad de la flor que se sitúa en la maseta, tapando una parte de la panorámica. Minutos después, al cambiar de posición, detecto que atrás de la prematura flor violeta que vive en un rincón con tierra vieja está el amor. Una pareja joven de espaldas a la ventana indiscreta, sentados en el cordón de la calle miran lo mismo que yo. La paciencia y el silencio del río. Abrazados, con besos pausados generan una contracara a la velocidad de los autos.

Una leve briza comenzó a acelerar el movimiento del río que provocó pequeñas olas, mientras el semáforo, supongo, frenó a los automóviles y los novios ya no están. La imagen se va transformando junto al giro de las agujas del reloj. También los arboles con grandes copas se están animando a danzar al ritmo del viento, suave y lento, como el río. Pero algo sigue estático, las luces, nunca se mueven y solo se apagan de día. Mientras, varios metros más lejos, la oscuridad predomina y el reflejo de la luna sobre el agua es cada vez más encandilante.

La naturaleza, a pesar de la existencia de la luz eléctrica, es la encargada de ir mutando el color del paisaje varias veces durante la jornada. La cúpula del árbol hace pocas horas era verde claro y ahora es oscura, el río era marrón medio ocre pero se convirtió en negro, tanto que casi no se distingue del cielo que por la tarde era celeste. Un gran ruido me aturde, es el camión de la basura que vino a recoger la alta suciedad de la alta sociedad. ¿Irá a parar al río?. Casi media transcurrió desde que se cruzó por mi ventana aquel barco que ya no está, al igual que la pareja de jóvenes. Pero el río sigue ahí, como la luna, como la flor.

Seis triángulos son los que no dejan visualizar que ocurre a la orilla del río, esos galpones donde miles de adolescentes y familias se entretienen los fines de semanas cuando el gobierno municipal organiza actividades culturales aprovechando el paisaje. Casi las once la noche y recién comienza a menguar el transito, paradójicamente se está empezando a poblar el monumento a la bandera. La jornada laboral terminó hace rato, los comercios ya cerraron, es ahí cuando la gente sale a disfrutar de las bellezas menos materiales que ofrece la naturaleza. Una familia, dos grupos de amigos riendo a carcajadas, tres parejas caminando y un señor con el mate en la boca, sólo, de perfila la ventana, parado y sin decir nada lleva algo colgado que parece una cámara fotográfica.

Detrás del río ya ni se ven las lucesitas, solo dos o tres de a ratos. Ahora es el contenedor de basura el que debe estar vacío, hasta mañana que lo vuelvan a llenar. ¿El barco ya estará cargado? No volvió y las banderitas celestes y blancas que bordean al monumento, ahora, menos avergonzadas y sin cohibirse por los autos también iniciaron un lento flameo al ritmo del viento que de a poco amenaza con aumentar su velocidad. La patria reflejada en esos trozos de tela moviéndose y en esas personas riendo y tomando mates. Los arboles se tambalean más que antes, el ruido disminuyó notablemente y el rio sigue vacío pero lleno. Sigue atrás y al costado de una sociedad que no aprendió de su paz pero todavía merece bailar al ritmo del viento.

Me posiciono un poco más lejos, ahora toda esa imagen se encuentra encerrada en un marco de cuatro varillas amarillas. En el marco de una ventana indiscreta que esta noche espió a los rosarinos que transitaron la calle Córdoba o quien dice a algún entrerriano que cruzó en su vehículo el puente Rosario – Victoria. Pero el verdadero marco lo hacen cada uno de ellos a diario en esta ciudad. Trabajando, juntando basura, andando en sus autos, mirando el río, manejando un barco de carga o tomando mates o simplemente contemplando como aquel hombre que creo llevaba una cámara fotográfica o como yo relatando el pasar de los minutos y la transformación en un tiempo determinado.

Cuarenta minutos pasaron desde aquel primer vistazo. Ya no están las mismas personas, ni los mismos autos porque todo muta constantemente, pero el río, la flor, la luna y los arboles siguen allí formando parte del marco que encuadra a Rosario. La segunda urbe más grande del país, que cuenta con 1.028.658 habitantes, con el río Paraná, con árboles y calles anchas. Diferente a muchos otros lugares del mundo, pero todos son alumbrados por la luna y siempre hay una ventana indiscreta desde donde mirar lo que ocurre. Sólo es una observación, puede haber muchas y diversas, sólo es un espacio y un momento, que de hecho son demasiados y distintos, pero en cualquier sitio existe y se hace presente la naturaleza transformando el día en noche y evolucionando constantemente. La sociedad también puede evolucionar y dejar vacío de una vez por todas el tacho de basuras pero eso depende de cada uno, hay quienes necesitan que siga siempre lleno, como el río.