1/7/12

El gol que nunca llegó

El día tan esperado había llegado. Rosario estaba cubierta de esperanzas, un sol radiante y una temperatura especial para festejar. Cada hincha acompañado de su familia, amigos o compañeros del trabajo. Más de 2000 personas viajaban a San Juan y otras tantas se quedaban en el camino por no conseguir entrada. Si señores, Central se jugaba el ascenso. Después de dos años en la B Nacional y con el corazón en la mano los rosarinos se calzaban sus casacas y esperaban ansiosos que entre el equipo al campo de juego. Era ganar o ganar, con muchos puntos en contra… el partido de ida empatado, sin ventaja deportiva, con un estado de ánimo que no era el mejor, una situación institucional muy complicada, pero el sentimiento del guerrero se encontraba intacto. Sabíamos que solo había que alentar mientras los protagonistas ponían huevo. Salieron los dos equipos a la cancha, una cancha gastada, chica, rápida y ¡ajena! Pasó tan sólo un minuto treinta para que Rosario Central cometa el primer error defensivo. ¡Tenía que ser por el lado de Valentini! Pensó más de uno. Por lo menos en el lugar donde yo estaba, sólo se escuchó un silencio incomodo y un árabe inmigrante que nos banca a full agarró su Rosario Musulmán. Me prendí el primer cigarro de quince. Pasaban los minutos y nada concreto. Llegaba el canaya, llegaban los sanjuaninos y el árbitro parecía tirar la cancha para nuestro lado. Sin embargo, pasaban los minutos y no nos salía una. La pelota giraba velozmente y mis ojos ya no sabían si seguirla o mirar para el costado. Mate tras mate, pucho tras pucho, llegó el descanso. Un entretiempo difícil. En la tele decían que iban a demorar el partido pero no podía escuchar muy bien las razones, ya que las personas que estaban a mi lado opinaban de los posibles cambios que debía hacer Pizzi. Mi cabeza, creo que ya no estaba en mi cuerpo. Pensaba en la promoción del 2009 frente a Belgrano, cuando Fontanarrosa, desde arriba nos tiró un poco de suerte. También se me venían a la mente las horribles imágenes de ese maldito 23 de mayo del 2010 frente a All Boys, esa promoción que nos condenó a dejar nuestra pertenencia en la categoría. También recordaba las palabras de mi viejo y mi tío contándome lo que era Central hace unos 20 años atrás.
Estaba por empezar el segundo tiempo y mi cabeza no podía volver. Ahora no pensaba solo en el canaya… comenzaba a llenarme de bronca e impotencia con el futbol argentino. Los arreglos y pactos mafiosos que se realizan en oficinas lejos de donde se encuentra el hincha, jugando… pero con los sentimientos de la gente, con la ilusión, con las expectativas. Entre barras, dirigentes y manager. Entre plata y droga. Entre el poder y el olvido de un pueblo que se caracteriza por su pasión por el futbol. Un deporte popular, folclórico, que genera odios y amores, que llena los domingos de cada familia. Pero a esos cerdos, poco les importa. Sólo piensan en el negocio que encontraron en el futbol. Alguna vez fue amateur y esto no existía. Pero hoy, la realidad es esta. Sólo quedaba tirar las cartas sobre la mesa y comenzar a barajar cualquier posibilidad. Llegaron los segundos 45 minutos. Central salió con más fuerza y mi corazón comenzaba a latir más fuerte. El comentario de Apo decía: “Partido para el infarto señores, Rosario paralizada esperando un gol y a los sanjuaninos se les está complicando”. Así era, la ciudad paralizada, con la garganta lista para gritarlo y con los latidos acelerados… pero el gol nunca llegó. Pizzi hizo los dos primeros cambios. Uno me gustó y el otro no tanto. Admito que sentí esperanzas, me enderecé en el sillón y en voz baja seguía los canticos que se escuchaban de Central. Ya iban 15 del segundo cuando Loustau le sacó la segunda amarilla a Alderete, lo que significaba que el canalla se quede con uno menos. Acá, todos más concentrados que al principio. Me sumé a la oración del árabe y mi viejo no paraba de putear. ¡Ahora sí estaba muy difícil! Fue como una inyección esa expulsión, porque se fueron todos arriba. Pizzi hizo el último cambio a los 41. Ya no quedaban más chances que un milagro. La pelota iba para cualquier lado y mis lágrimas de desilusión caían más rápido que el balón. Se morían las esperanzas, se incrementaba la bronca, pensaba en las nuevas generaciones como la mía, que en 20 años sólo lo vimos mal a Central. Mi mayor festejo había sido en el 2005 sacar de la copa a Newell´s o ganar clásicos. Lo he visto pelear alguna punta al grito de: “¡Vamos, vamos los pibes”! y así también lo veía a caer y no llegar a nada. Pensaba en el momento en que le regalé la camiseta auriazul a mi sobrino, un niño de 2 años. En mis primitos preguntando ¿Cuándo vamos a salir campeones? En esa canción: “En momentos de bajón, cuando todo pinta mal, yo te prometo canalla no te voy a abandonar” En el programa Rosario de Central denunciando incansablemente una y otra vez a los dirigentes de turno. En ladrones como Scarabino, Usandizaga y Speciale. A los jugadores hace tres fechas atrás prometiendo que íbamos a ascender. Así terminó el partido con un dolido 0 a 0 que no nos servía absolutamente de nada. Con la incertidumbre de que habremos hecho para merecer esto. Con el grito de gol que tanto esperé y que de a poquito se iba acobardando y yéndose cada vez más adentro hasta golpearme muy fuerte el corazón. Ahora queda sólo el apoyo incondicional a mi Centralito querido, quedan los recuerdos y recargar pilas para seguir un año más peleándola. Sólo quedan los hinchas, como siempre, firmes a pie de cañón y esos muñecos que cobran por jugar, que hoy están y mañana no. Cuanto extraño a Kempes, a un Poy, un Palma, un Bauza, un Puma, extraño a esos que sentían lo mismo que yo y tenían que cambiar la camiseta porque la mojaban demasiado. Extraño al Central que éramos, y al futbol sano que pudieron disfrutar nuestros abuelos. Así es canaya, lo que no nos mata nos hace más guerreros!! A seguir peleándola y recuperar las fuerzas. Central te amo…. Jazmin