9/11/10

Literatura y cine


Un solo mensaje, dos códigos lingüísticos

Análisis de la novela “Crónica de una muerte anunciada de Gabriel García Márquez” en comparación con la película basada en esta novela del director italiano Francesco Rossi.

La polémica entre la literatura, concebida como un arte, y el cine, calificado de espectáculo, es igual de vieja que la existencia de este medio audiovisual masivo en el cual se encuentran tantas obras magnificas. De alguna manera, estas dos disciplinas tienen un mismo objetivo: contar historias, y uno de sus elementos básicos ha sido el mismo: la palabra. El lenguaje cinematográfico sintetiza en una hora y media de proyección, cientos de páginas de guión. Mientras la literatura posee una gran riqueza significativa o plenitud semántica. Esta polisemia provoca que un mismo texto tenga diversas interpretaciones y lecturas válidas.

El norteamericano Griffith definió ya de una manera práctica los elementos indispensables para la articulación del lenguaje cinematográfico: la planificación tal y como hoy se sigue utilizando, el movimiento de la cámara y el montaje, todo ello con finalidades expresivas según los requerimientos argumentales de la acción que debía desarrollarse en imágenes. Diversas innovaciones técnicas han aportado después nuevos elementos lingüísticos como el sonido o el color. Esto hace que muchas de las cintas que se realizan basadas en grandes obras literarias tengan la difícil tarea de representar para la pantalla, las imágenes escritas; esto sin duda, ha resultado en aciertos y decepciones, sin embargo, resulta primordial reconocer, que si bien son dos medios distintos, esto no los hace incompatibles, sino complementarios.

El cine ha recibido de la literatura relatos, argumentos, formas y estilos como es la situación de “Crónica de una muerte anunciada”. La literatura, en todo el último siglo, va recibiendo del cine diferentes modos de mirar, una concepción narrativa distinta, que acomoda a los autores literarios, en ocasiones, su mirada y su estilo. Como fue el caso del éxito film de Harry Potter, donde miles de niños y jóvenes después de haber consumido la película, se orientaron a leer la obra literaria. Un texto con un lenguaje similar al del cine para atraer al lector y no decepcionarlo respecto a lo que ya había visto.

Mc Luhan en su libro “El aula sin muro” expresa: “La película es a la representación teatral, lo que el libro fue al manuscrito. Pone a disposición de muchos en muchos momentos y lugares, lo que de otro modo quedaría restringido a unos pocos y a pocos momentos y lugares. La película, igual que el libro, es un mecanismo de duplicación”. Una frase con la que coincido por completo. Pero a su vez me voy a detener en analizar el caso particular de la obra de Márquez y a especificar el porqué de mi mayor agrado de la historia literaria.

Queda claro que no se puede leer a García Márquez sin haber pasado por la escuela, ya que no se lograrían entender muchos de los aspectos que refleja en sus novelas, de manera subjetiva y queriendo hacerle notar al lector su postura ante la realidad. Un claro ejemplo de esto es la burla que manifiesta constantemente ante la iglesia católica, introduciendo en sus personajes diálogos como: - “El obispo odia este pueblo, no va a frenar si quiera”- o cuando se queja de la hipocresía de la sociedad y uno de sus personajes dice: - “Siempre hay que estar del lado del muerto”, o al referirse a un casamiento arreglado por dinero: - “El amor también se aprende”. También cuando nos sitúa en el contexto histórico, hablando de guerras, guerrillas y Fort T, lo cual se necesita un conocimiento básico de historia como para ubicarlo alrededor de 1910 o 1920 época de Fordismo, en Colombia, uno de los pocos países donde existían las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Del mismo modo que no conviene ver cine y criticarlo sin saber que las imágenes audiovisuales poseen también su propio lenguaje.

Al leer “Crónica de una muerte anunciada” imaginé un mundo de fantasía, donde la plaza era como yo quisiera que sea, Santiago Nazar, (protagonista) había conquistado mi lado sensible y creí en su inocencia y en que no merecía morir. No descubrí hasta el final que era Cristo Bedoya, quien relataba la historia, lo cual me causó un suspenso que me entusiasmaba a seguir leyendo. Imaginé como una chica sufrida a Ángela Vicario y hasta me hice la imagen de cómo eran cada una de las charlas y encuentro entre los personajes. Todo lo contrario me pasó con el film.

Se me destruyó la imagen de la plaza, ya que era muy distinta a lo que había imaginado, culpé y no sentí lastima por Ángela Vicario, y menos por el muerto, quien durante toda la película mostraba sus ínfulas, y sus altanerías de muchacho rico, por lo cual me recordó una vez más mi postura ideológica a la hora de analizar una película y mi fascinación por todas aquellas obras que pongan en manifiesto la hipocresía, maldad y ambición de las clases más altas de la sociedad y las juzguen cruelmente. Quizás por esta razón hubiera elegido quedarme con la literatura, porque todo era mucho menos explicito, porque cada detalle que explicaba (que fueron muchos pasados por alto en la obra cinematográfica) me daba lugar a sentirme participe de la historia y completarla a mi antojo con ayuda de la imaginación.

Uno espera ver lo que quiere ver, es por eso que muchas veces criticamos de mala manera al buen cine. Vale destacar, que es muy lograda la representación de los actores en cada uno de los personajes. Las banderas de Colombia y el mapa con el que comienza la película ayudan al espectador a situarse en lugar y espacio sin tener necesidad de estar pensando en detalles históricos. El mismo mensaje, queda claro que así es, la obra de Márquez se convirtió en el guión de Rossi, quien mantiene los diálogos textuales en su film. La música dramática del comienzo nos da la pauta de cómo va a ser la trama de la película y prepara a quien la está mirando para contemplar una historia de amor, honor, prejuicios, crimen y mucho drama.

Todo aquel que no haya leído el libro anteriormente seguro se encuentra encantado con la obra cinematográfica de origen italiano. El director logra unos primeros planos de los rostros increíbles, donde sólo los ojos y las bocas de los actores hablan con gestos. Es muy poco el diálogo entre ellos, es más un lenguaje de miradas, de abrazos y de señas. La parte más hablada de la película es el relato realizado por uno de los protagonistas que cuenta los hechos mucho tiempo después, intentando esclarecer el asesinato de su querido amigo a quien nunca le pudieron comprobar que haya dañado el honor de Ángela Vicario, una muchacha con mentiras, secretos, angustias y amor.

También Rossi logra mantener el suspenso, empezando por el final, al igual que la novela, la incógnita es como se produjo semejante desastre, y por más que se sepa que el protagonista muere, mantiene al espectador atrapado por el “como” de los hechos. El nudo pasa a ser más importante que el final. Quizás agrega detalles que en el libro no figuran como, la visita del relator al cementerio donde se encuentra Santiago, pero también quita algunos como, la charla entre Santiago y Bayardo San Román; la ausencia de un baúl con regalos que devuelve su novia a Santiago y la explicación fundamental de la enfermedad de uno de los hermanos Vicario. Este fue un error que distinguí en el cineasta. Se olvidó o no quiso explicar porque el gemelo Vicario sentía dolor.

El director, ausenta mucho de los pensamientos de los personajes, lo cual se hacen presentes constantemente en la obra de Márquez. De todos modos está muy bien lograda la historia llevada al cine a pesar de las diferencias en sus códigos lingüísticos. Como decía al principio de mi análisis, el cine tiene su propio lenguaje y sus recursos. Esto no es adaptación ya que es imposible lograrlo, si no que estamos hablando de tomar una obra de arte y transformarla en otra. El director Rossi, utilizó todos los recursos posibles. En vez de tener que explicar con palabras el paso de los años en el desenlace de la historia, simplemente utiliza una transición donde cambia el color de cabello de la protagonista y su vestimenta mostrando la vejez y el paso del tiempo. Realiza algunos planos detalles como por ejemplo el del brazo de Bayardo San Román arrastrándose por el suelo mientras lo llevaban, lo que da la sensación de inconsciencia o muerte del personaje tal cual lo describe Márquez con más de siete adjetivos.

También utiliza la imagen de un niño que no toma protagonismo pero que aparece dos veces en el film, y es su cara la que vuelve a mostrar el día que el adinerado Bayardo se retira del pueblo. El rostro de ese niño dice más que mil palabras. Una mirada de lástima y al mismo tiempo de asombro. La misma mirada con la cual lo recibió cuando llegó al pequeño pueblo donde se convirtió en desgraciado. Respeta la descripción de cada una de las características físicas que Márquez enumera a lo largo de decenas de páginas de cada uno de los personajes involucrados en el hecho. Y como si fuera poco, elige utilizar un recurso de la voz en off del relator mientras en la pantalla sólo se ven las caras de cada uno de aquellos que fueron a declarar su testimonio por la muerte que fue tan anunciada.

El cine al igual que la literatura es rico en imaginación y cualquier idea la puede convertir, con mayor o menor fortuna, en imágenes y sonido. A pesar de la gran diferencia en sus lenguajes y en que la imaginación en el cine es la del director y en la literatura la del autor y la del lector.


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